Ambiente del país

El Perú es uno de los países más ricos y diversos del mundo por su naturaleza y cultura. Ubicado en América del Sur, limita con Ecuador, Chile, Bolivia y Brasil y está bañado al oeste por el océano Pacífico. El país tiene una extensión de 1.285.215 km² (aproximadamente 2,5 veces España). Perú tiene 3 regiones geográficas/climáticas diferenciadas, de oeste a este: la costa (zona influenciada por el Pacífico), la sierra (los Andes) y la selva (Amazonía).

Nuestro relato se sitúa en la selva que ocupa aproximadamente un tercio de la superficie del país con dos zonas bien diferenciadas: la selva alta en zonas motañosas próximas a la region andina y la selva baja también conocida como “planto amazónico que se extiende en las cuencas bajas de los ríos Huallaga y sobre todo el Marañón y el Ucayali que se unen para formar el Amazonas. El plato amazónico está formado por una inmensa llanura atravesada por numerosos ríos, afluentes todos ellos de distintos ríos que vierten sus aguas al Amazonas. Es una región de vegetación exuberante donde existen algunas ciudades, pero la mayoría de la superficie está cubierta de bosques tropicales inundables en función de las estaciones del año. En las zonas rurales, a medida que desaparecen las carreteras, el medio de transporte habitual es el barco, y pequeñas comunidades, o pueblecitos, se van asentando a la orilla de los ríos.

El espíritu guardián de la selva

Es una verdad irrefutable que los pueblos y ciudades tienen vida. Como todo en esta tierra, ellos también nacen, crecen, se desarrollan y mueren a su tiempo o a destiempo. Algunos pueblos duran milenios, otros siglos, otros años y algunos mueren antes de nacer.La memoria recuerda algunos, pero otros han sido olvidados para siempre. 

En la selva, la memoria está escondida tras un manto verde, a veces impenetrable, y carcomida por la humedad. Los ríos también colaboran con frecuencia y se portan como borradores escolares, borran del mapa todo lo que encuentran a su paso.

Cuentan que hubo un pueblo cerca de aquí que se arruinó. Unos dicen que una ofensa atrajo sobre él una maldición. Otros cuentan historias de costumbres ignominiosas y perversas de sus moradores. También se escucha el rumor de que personas inescrupulosas, ambiciosas y con una desenfrenada avaricia llegaron una mañana y sembraron tanta discordia y descontrol que nada pudo salvarse.

Lo cierto y seguro es que un día sus moradores perdieron el sentido de su vida. Olvidaron a sus vecinos y terminaron por no tener nada en común con nadie. Su identidad se había perdido. Si ya no eran nada ni nadie, ¿por qué trabajar y esforzarse? Si lo sabían para qué estaban allí, ¿por qué quedarse allí? Si no tenían nada que ver con los demás ¿porqué iban a estar con ellos? Si no imaginaban un futuro ¿por qué luchar por él? Allí también se perdió la esperanza.

Se olvidaron de sus historias, de sus tradiciones, de ríos, de sus hijos, de sus chacras. Se olvidaron de todo, hasta de Dios. Vivían ahogados en un río de aguardiente. Tomar1 era toda su ambición. Más ebrios estaban, más grandes se creían. Un desorden. El vicio, la ambición, el alcohol, las peleas, la irresponsabilidad y la haraganería2 los convirtieron en víctimas, en desplazados de la vida, en nadie.

Una madrugada, las gallinas no se despertaron porque no había gallinas. Esa misma madrugada, ningún perro ladró cuando varios añujes3 se pasearon a sus anchas por las pobres casas. Ya no había perros. Tampoco había niños correteando, ni mujeres encendiendo su tushpa4, ni hombres dando la última afilada a sus machetes antes de ir a su chacra5. Por supuesto, tampoco se veían jóvenes lindas cargando el agua y la leña, ni robustos jóvenes mirándolas con disimulo. Nadie.

El monte fue avanzando, y a los pocos meses empezaron a brotar los primeros árboles en medio de la maleza. Las casas cubiertas de hierbas y plantas estaban habitadas por todo tipo de animales, los que salían aterrados cuando un horcón6 se doblaba o una tumba se hundía o toda la casa se derrumbaba.

El último edificio en desaparecer fue la pequeña torre de la antigua iglesia. Dicen los montaraces7 más aventurados que se atrevían a pasar por allí, que sus campanas brillaban, incluso de noche. Eran como la memoria de lo que en aquel lugar había existido y sucedido.

No faltó quien vio en ellas un negocio y quiso llevarlas, pero su pretensión fue en vano. Algunos no regresaron nunca y otros enloquecieron víctimas de extrañas pesadillas.

Con el paso del tiempo, llegar hasta las campanas se hacía más difícil. El monte cubría todo, los caminos se cerraban con demasiada rapidez en aquellos lugares y casi todos se desorientaban.

Un día, después de mucho tiempo, un grupo de cazadores pasó por aquellos lugares sin conocer ni saber nada de las campanas. Uno de ellos, de repente, se encontró frente a ellas. Una luz muy brillante lo envolvió, le deslumbró y se desmayó y tuvo una visión con una voz que le decía:

“Soy el Espíritu de la memoria perpetua. Soy el guardián de estos lugares. Ustedes no saben comportarse y maltratan la naturaleza. Matan, derriban, queman, destruyen ¿cuándo aprenderán a vivir en paz con todos y con todas las cosas? Quiero que se vayan de aquí. Un día después de haber sufrido por sus errores, se darán cuenta y nos tratarán bien. Entonces, sólo entonces, podrán regresar y las campanas volverán a sonar alegrando todas las mañanas y todas las tardes.”

Escuchó un fino sonido de campana y se despertó. Pero se llenó de horror cuando vio que todo su cuerpo estaba cubierto, de izulas8, las grandes hormigas de temible mordedura. No se atrevió a moverse, pero todos sus músculos se pusieron tensos como para dar un fuerte sacudón y derribar a todos aquellos insectos.

Pero no fue necesario. Como siguiendo una orden misteriosa, las hormigas dejaron de pasearse por su cuerpo, lo miraron, salieron de debajo de su ropa, se dieron media vuelta y se retiraron sin hacerle el menor daño.

Cerró los ojos y respiró profundo. Su cuerpo se relajó y pensó en la visión. Una gran calma se apoderó de él. Era como si hubiera dormido durante horas y horas después de un día de duro trabajo en la chacra.

Se levantó y fue en busca de sus compañeros. Al llegar al campamento le reprocharon por no traer nada. Él les contó lo que le había pasado. Le volvieron a tachar de haragán y de borracho. No tuvo más remedio que callarse, un poco humillado y avergonzado.

Cenó en silencio. Quiso decirles que era mejor irse de allí a la mañana siguiente. Pero de nuevo se volvieron a reír de él tachándolo esta vez de cobarde. Finalmente se acostaron haciendo bromas sobre las misteriosas campanas. Le decían que les avisara cuando sonaran, y le bromeaban preguntándole si las había puesto en hora para que sonaran sin retrasarse ni adelantarse.

Todo lo sufrió en silencio. Aquella noche no pudo dormir. Y sus compañeros tampoco pasaron una noche demasiado tranquila. Todos habían tenido pesadillas, sobresaltos y sensaciones raras.

Cuando la primera luz del día empezaba a aparecer, se dispusieron a salir de sus mosquiteros9 tendidos bajo una ramada10. Se llevaron un susto de muerte al ver a su alrededor víboras y serpientes de las más venenosas que conocían. Estaban rodeados por la muerte. Bueno, no todos. Don Rosario, el visionario, pudo salir sin problemas. Su mosquitero estaba despejado y las serpientes, regadas por todas partes y se apartaban cuando él pasaba.

A través de la fina y transparente tela de los mosquiteros, sus compañeros lo miraban con ojos llenos de terror. ¿Por qué a él no le atacaban?

En ese momento, en una mañana tranquila, sin nubes y con una ligera niebla que prometía un día de sol radiante, un gran ventarrón levantó el techo de hoja de la ramada y revolvió los mosquiteros. Las víboras, que los acechaban clavando en ellos sus diminutos y encendidos ojos, no se movieron.

Todos vieron aparecer un gran resplandor, más fuerte que el sol de la mañana, detrás de don Rosario. Cuando se desvaneció, los ofidios dieron media vuelta y se retiraron. Aquellos cazadores valentones y burlones respiraron y se enjugaron un sudor frío que les caía abundantemente de la frente.

Comprendieron que su compañero tenía razón y fueron lo suficientemente nobles como para pedirle disculpas. En media hora, su campamento estaba levantado y ellos en camino para alejarse lo más pronto y lo más lejos de allí. Aquel lugar era peligroso. Nunca más regresaron. Nunca más tuvieron pesadillas.

Don Rosario, como atraído por una fuerza misteriosa, volvía de vez en cuando. Sin camino ni señales que se lo indicasen, siempre llegaba al mismo lugar. Allí se sentía como poseído por una fuerza espiritual que le hacía comprender misterios y secretos olvidados de la selva. Con el paso de los años, todos reconocían que era el más sabio de los moradores. Iban a consultarle, le pedían consejo y nunca abrían chacra ni tumbaban árbol, si don Rosario no les daba permiso. Aprendieron a respetar el monte con sus árboles y animales, las cochas12 y quebradas13. Aprendieron a respetarse unos a otros, a colaborar y a vivir en paz.

El Espíritu Guardián de la Selva estaba con don Rosario.

 

Adaptación de la narración aportada por  Natividad Ruiz Tuanama, alumna del colegio Misional Goretti, Lagunas, Alto Amazonas. Compliación: Hno. Lupicinio Fernandez Casado / Prof. Godeardo Orbe Paredes. Colección “Un río de cuentos” ISPP Mons. Elías Olázar. Yurimaguas.

Glosario

  1. Tomar: (en latinoamérica) beber.
  2. Haragán: vago.
  3. Añuje: pequeño mamífero similar al hurón.
  4. Tushpa: cocina de laña típica de la selva.
  5. Chacra: terreno dedicado a la agricultura.
  6. Horcón: pilar de una construcción.
  7. Montaraz: habitante del monte (bosque)
  8. Izula: hormiga de gran tamaño con picadura muy venenosa
  9. Mosquitero: tela que protege de los mosquitos usada para dormir en la selva.
  10. Ramada: tejado de hoja que protege de la lluvia y el sol
  11. Ofidios: familia a la que pertenecen las serpientes.
  12. Cochas: lagos en la selva que se quedan tras la inundación en la época húmeda. Es el lugar donde desovan los peces.
  13. Quebradas: afluentes de los grandes ríos.

 

Para comprender el relato:

  • Según el cuento ¿Cuáles son las causas para la ruina del pueblo?
  • ¿Y las consecuencias de esa ruina cuáles fueron? ¿Cómo era su vida tras la “maldición”?
  • El cuento narra tres momentos ¿cuáles dirías que son? ¿Cómo es la relación del pueblo con la naturaleza en cada uno de esos tres momentos?
  • ¿Qué dirías que simboliza “la campana”?

 

Para comprender la realidad:

  • Los pueblos amazónicos transmiten su tradición y sus valores de padres a hijos a través de cuentos ¿cuáles dirías que son los valores que transmite este relato?
  • ¿Cuál crees que es el papel de los sabios en los pueblos amazónicos?
  • ¿El relato cu

Los proyectos de la fundación Corazonistas en la amazonia peruana

En 1982 los Hermanos Corazonistas llegan a Perú para trabajar por la educación de la infancia y juventud Peruana, siendo uno de sus primeros destinos la Amazonía Peruana. Hoy existen 5 obras corazonistas en Perú para un total de 6000 alumnos y alumnas. 

Uno de ellos es la “Red Educativa Misional Goretti Fe y Alegría nº80” en plena Amazonía Peruana formado por: 

  • Un colegio, 
  • Un Centro de formación profesional y 
  • Un Hogar para alumnos indígenas que viven en los ríos a días de distancia del colegio.

Desde 2006 Fundación Corazonistas está presente en Lagunas y desde entonces ha posibilitado la construcción de uno de los mejores colegios de la zona rural de la Amazonía peruana.

Además el Hogar Misional Goretti ha servido como modelo educativo peruano para que los jóvenes de las comunidades amazónicas puedan completar sus estudios, prepararse para el mundo moderno y cuidar a la vez su lengua y su cultura propias. Una apuesta por aportar nuestro granito de arena al compromiso de la Iglesia con la Amazonía por “la defensa de la tierra, la defensa de la vida y la defensa de las culturas amazónicas”.