Ambiente del país

El Perú es uno de los países más ricos y diversos del mundo por su naturaleza y cultura. Ubicado en América del Sur, limita con Ecuador, Chile, Bolivia y Brasil y está bañado al oeste por el océano Pacífico. El país tiene una extensión de 1.285.215 km² (aproximadamente 2,5 veces España). Perú tiene 3 regiones geográficas/climáticas diferenciadas, de oeste a este: la costa (zona influenciada por el Pacífico), la sierra (los Andes) y la selva (Amazonía).

Nuestro relato se sitúa en la selva que ocupa aproximadamente un tercio de la superficie del país con dos zonas bien diferenciadas: la selva alta en zonas motañosas próximas a la region andina y la selva baja también conocida como “planto amazónico que se extiende en las cuencas bajas de los ríos Huallaga y sobre todo el Marañón y el Ucayali que se unen para formar el Amazonas. El plato amazónico está formado por una inmensa llanura atravesada por numerosos ríos, afluentes todos ellos de distintos ríos que vierten sus aguas al Amazonas. Es una región de vegetación exuberante donde existen algunas ciudades, pero la mayoría de la superficie está cubierta de bosques tropicales inundables en función de las estaciones del año. En las zonas rurales, a medida que desaparecen las carreteras, el medio de transporte habitual es el barco, y pequeñas comunidades, o pueblecitos, se van asentando a la orilla de los ríos.

La hija de la selva

Esta historia sucedió hace mucho tiempo. Pero es una historia de esas que han ocurrido, ocurren y ocurrirán mientras los hombres sean hombres; las mujeres, mujeres y el monte, monte.

Lo que pasó aquella vez, y pasará otras más, fue lo siguiente.

Un día, fueron los papás con sus dos hijitos pequeños, mujercita de cinco años la mayor, varoncito de tres años el menor, a una chacra algo lejana. Estaba tan lejos que no podían ir y volver en el día, por eso siempre que la tenían que cultivar o cosechar se quedaban una semana por lo menos.

Era media tarde cuando llegaron. Lo primero que hicieron fue arreglar el tambito1, recoger algunas frutas y sacar unos pescaditos de la quebrada que había cerca para merendar bien, tras el largo camino que habían hecho.

Al día siguiente, después de desayunar, el esposo se fue a la chacra mientras la esposa se quedaba barriendo, ordenando y cocinando. Sus hijitos correteaban por los alrededores sin alejarse demasiado. Cuando ya todo estuvo en orden, llamó a los niños y les dijo que se tenía que ir a trabajar con su papá. Ellos deberían cuidar la casa y no alejarse. Al regresar, comerían una rica comida y se irían a bañar. Les dio unas uvillas3 bien maduritas y lavadas que había recogido al costado de la casa y se fue.

Cuando regresaron de la chacra por la tarde, solo encontraron al hijo menor. Le preguntaron dónde estaba su hermanita y con su vocecita les informó de que un señor como papi había venido y se había llevado a la Clarita.

Desesperados los dos padres se pusieron inmediatamente a buscar a su hijita. Revisaron la quebrada, el platanal, el maizal, recorrieron un trecho de la trocha por la que habían venido, llamaban, gritaban, se desesperaban, pero nadie respondía. Nada. Ni siquiera un rastro, una señal, una huella.

Con la última luz del día regresaron al tambo donde encontraron a su hijo llorando de hambre y aburrido de estar solo todo el día. La rica comida preparada con tanto esmero por la mañana supo amarga. Tenía el sabor de la angustia, de la lágrima y del llanto. No durmieron esa noche. Al amanecer cargaron lo indispensable para el camino y regresaron al caserío. Allí contarían lo ocurrido y pedirían ayuda para buscar a la niña perdida.

Al día siguiente de madrugada, ya estaba un buen número de pobladores buscando por todos lados, organizados en grupos y con zonas asignadas. Se pasaron el día entero mirando hasta el último rincón de la selva. Todos abrigaban la esperanza de que alguna de las cuadrillas la hubiese encontrado.

Regresando al atardecer, uno tras otro llegaba con las manos vacías y una gran tristeza reflejándose en su rostro. Si la niña hubiera caminado solita, no hubiera podido llegar tan lejos como ellos llegaron. Y si una fiera la hubiera agarrado, habrían encontrado por lo menos sus restos. Pero nada de nada.

Empezaron a sospechar que aquello era algo especial y que era inútil seguir buscando. Decepcionados, todos se fueron a sus casas. Solo los padres de la niña, abrigando una débil y última esperanza, se quedaron en aquel lugar tan apartado.

A una hora de la noche en la que ni siquiera los gallos más bravos tienen ganas de cantar, los dos esposos se despertaron. Se miraron y, a la tenue luz de la alcuza4, se leyeron mutuamente en sus ojos que los dos hablan tenido el mismo sueño.

Habían visto a un hombrecito que les hablaba con voz y sabiduría de sabio. Les dijo que no se preocuparan por su hija. Él la cuidaba y les aseguró que no le pasaría nada.

  • “No se vayan de este lugar hasta que llegue el momento”.
  • “¿El momento de qué?” – se escucharon decir el uno al otro cuando se despertaron sobresaltados.

Comprendieron que allí había un misterio y decidieron hacer caso a su sueño. Durante el día trabajaban duro en la chacra para olvidar su desesperación y fatigarse lo suficiente como para poder dormir, aunque solo fuera un poco, por la noche.

Pasaron dos días, tres, una semana, de trabajar mucho, comer poco y dormir menos. Adelgazaron, pero no perdían la esperanza.

Un día, quizá por tener su cuerpo cargado de cansancio acumulado, no se encontraron con ganas de ir a trabajar. El marido salió de su mosquitero5 para tumbarse en la hamaca donde pasó la mañana pensando sin pensar y soñando sin soñar. La mujer agarró por costumbre una escoba medio estropeada y se puso a barrer donde no había nada que barrer.

Pero aquel día sintieron hambre y ganas de comer. A una hora en que, ni siquiera los zancudos acostumbran a molestar, los dos se sentaron el uno frente al otro para tomar una buena ración de sopa de un motelo6 que, providencialmente, por allí había pasado hacía un rato.

Aquello les dio ánimo y tuvieron el valor de mirarse a la cara el uno al otro. Se dieron cuenta del estado tan miserable y deprimido en que se encontraban. Estuvieron de acuerdo en que de esa manera que vivian terminarían mal y decidieron enfrentar la situación con más esperanza y tranquilidad.

Como primera medida, acordaron comer bien, trabajar un poco menos y descansar un poco más todos los días. Recordaron que en su sueño alguien les había dicho que esperaran a que llegara el momento. No sabían qué momento, pero eso harían. Así que como segunda medida esperarían con tranquilidad para que cuando llegara ese momento, estuviesen preparados para lo que fuera.

Ya casi habían pasado dos semanas interminables haciendo vida más o menos normal y recuperándose de su depresión cuando una noche, volvieron a soñar. Los dos vieron a su hijita en un claro del monte iluminado por el sol. Estaba rodeada de toda clase de animales que le hacían compañía mientras escuchaba algo que el anciano sabio le decía. Aquello parecía el cielo.

Cuando quisieron adelantarse hacia su hijita, ella se volvió, los miró, sonrió, abrió sus brazos y se fue corriendo hacia ellos radiante y feliz. Después de besarlos y abrazarlos, los cogió de la mano y los condujo al centro del claro. Allí, delante del sabio anciano, se pararon. Él los miró con simpatía y les dijo:

  • “Sean bienvenidos, amigos. Les estaba esperando”.
  • “Queremos que nos devuelva a nuestra hijita Clarita. Hemos sufrido mucho desde que ella despareció.”
  • “No estaba desaparecida ni perdida, amigos míos. Estaba aprendiendo. Ella les contará y ustedes deberán ayudarla.”
  • “Ayudarla ¿a qué?”
  • “Ya lo sabrán, amigos míos, ya lo sabrán a su debido tiempo”.
  • “¿Quién es usted? — dijo con timidez la esposa, mientras acariciaba a su hijita Clarita.

El anciano cerro los ojos como rebuscando en la memoria una palabra perdida, respiró profundamente como si quisiera arrancar de lo profundo de sus recuerdos ancestrales, y dijo:

  • “Yo soy la Memoria de la Selva. Esa memoria que ya casi ustedes, los humanos, están perdiendo porque sacrifican el posado construyendo el futuro. Un futuro que, de repente, nunca llegará porque al destruir el pasado y el presente, se destruye también el futuro que se quiere construir.”

No entendieron muy bien. Ellos no destruían nada. Solo cultivaban sus chacras tumbando árboles y quemando monte7. ¿Era eso malo? Ya iban a preguntar de nuevo, cuando el anciano se adelantó:

  • “Mañana por la mañana, con la primera luz del día, caminen por la quebrada8 arriba. Encontraron a su querida hija esperándoles en un lugar. Llévenla con ustedes y apóyenla siempre en todo.”

En ese momento, todos los animales que se encontraban en aquel claro del monte se pusieron en movimiento y cada uno se fue por su lado. Unos en silencio y otros haciendo bulla9, sobre todo los monos y los loros. Uno, un poco miope, paso tan cerca de ellos que les rozó la cara con el extremo de una de sus alas. Se despertaron bruscamente. Hicieron un gesto con la mano para protegerse y una gallina salió del mosquitero despavorida y cacareando. En ese momento los dos se sentaron a la vez, se miraron y de nuevo volvieron a ver en sus ojos que habían tenido el mismo sueño. Ya no durmieron.

Ambos esperaron el amanecer con impaciencia. No veían la hora de salir quebrada arriba en busca de su hijita. Para hacer un poco más llevadera la espera, el hombre se puso a afilar su machete y la mujer preparó algo de comida para llevar. ¡Quién sabe si su querida Clarita no tendría hambre!

Con la primera luz, tal como les había indicado el anciano sabio, se pusieron en camino. Caminaron durante cuatro horas por el canto10 del caño11. Por fin, cansados, con sed y con hambre, decidieron detenerse un poco para reponer fuerzas. Se sentaron al borde del agua en un lugar sombreado de hojas y comieron fiambre.

Escucharon algo. Al principio no sabían si era ilusión, algún animalito, o a la risa familiar de su hija.

¡Si! ¡Era ella! Salieron como disparados sin preocuparse de las raíces, las sogas12 o las ramas que los golpeaban por todas partes. No habían corrido más de dos minutos cuando allí en medio de un pequeño claro soleado estaba su hijita correteando detrás de unas hermosas mariposas que parecían jugar con ella.

  • “¡Clarita! ¡Hija mía!”
  • “¡Mami, mami!” – Y ambas de fundieron en un abrazo entre besos, Lágrimas y caricias.
  • “Papi, ya estoy aquí´. Tengo que contarte muchas cosas que me enseñó un abuelito” – Y ambos se abrazaron tiernamente.

El camino de regreso a casa no lo sintieron. Parecían tres niños jugando en el patio de la escuela.

Con el paso del tiempo, la niña Clarita fue demostrando unas aptitudes y cualidades excepcionales para el estudio y conservación de la naturaleza. Sus padres hicieron cuanto pudieron y más para apoyarla en todo, lo mismo que su hermano.

Llegó a ser una gran lideresa, que consiguió movilizar a mucha gente, hacer que se aprobaran leyes en defensa de la naturaleza y crear una fuerte corriente de opinión mundial a favor de la conservación del medio ambiente.

En su tierra, salvó muchas hectáreas de la deforestación y de la quema indiscriminada, encelando a los chacareros a cultivan productos alternativos y a explorar las riquezas de la selva sin recurrir al método de la extracción destructiva y quema del monte.

Con su poder de convicción y su pasión por la naturaleza, recuperó grandes extensiones que habían sido convertidas en pastos raquíticos e improductivos. Convenció a los propietarios para que reforestaran. Ahora, sus hijos y sus paisanos disfrutan de los beneficios que trae el turismo ecológico.

Todos recordarán a esta intrépida mujer que aprendió a escuchar, a cuidar y a amar la tierra que la vio nacer.

Adaptación de la narración por Silvia Liz Valles Walky, alumna del colegio Misional Goretti de Lagunas (Alto Amazonas). Compilación: Hno. Lupicinio Fernández Casado / Prof. Godeardo Orbe Paredes. Colección “Un libro de cuentos”. ISPPME. Olázar.

Glosario

  1. Tambito: (tambo) techo de hoja que cubre de la intemperie.
  2. Chacra: terreno dedicado a la agricultura.
  3. Uvillas: fruto de un tipo de palmera amazónica.
  4. Alcuza: lámpara de aceite.
  5. Mosquitero: tela que protege de los moquitos para dormir.
  6. Motelo: Tortuga de río.
  7. Monte: bosque
  8. Quebrada: río pequeño que vierte sus aguas a un río mayor.
  9. Bulla: ruido
  10. Canto: borde
  11. Caño: quebrada pequeña,
  12. Sogas: lianas.

 

Para comprender el relato:

  • Según el cuento ¿quién es el anciano que habla con los padres de la niña?
  • ¿En varias ocasiones, cómo relata el cuento los momentos en los que los padres de dan cuenta de lo que tienen que hacer?
  • ¿Cuál es la forma que les propone para poder llegar hasta su hija?
  • Según el texto ¿qué es lo que alumbra el futuro y qué es lo que lo oscurece?

 

Para comprender la realidad:

  • Los pueblos amazónicos transmiten su tradición y sus valores de padres a hijos a través de cuentos ¿cuáles dirías que son los valores que transmite este relato y qué importancia social (para el pueblo) tienen?
  • ¿Cuál crees que es el papel de los sabios en los pueblos amazónicos?
  • ¿El relato cuenta hechos históricos? ¿Qué crees que tiene de VERDAD este tipo de cuento?

Los proyectos de Fundación Corazonistas en la Amazonía Peruana…

En 1982 los Hermanos Corazonistas llegan a Perú para trabajar por la educación de la infancia y juventud Peruana, siendo uno de sus primeros destinos la Amazonía Peruana. Hoy existen 5 obras corazonistas en Perú para un total de 6000 alumnos y alumnas. 

Uno de ellos es la “Red Educativa Misional Goretti Fe y Alegría nº80” en plena Amazonía Peruana formado por: 

  • Un colegio, 
  • Un Centro de formación profesional y 
  • Un Hogar para alumnos indígenas que viven en los ríos a días de distancia del colegio.

Desde 2006 Fundación Corazonistas está presente en Lagunas y desde entonces ha posibilitado la construcción de uno de los mejores colegios de la zona rural de la Amazonía peruana.

Además el Hogar Misional Goretti ha servido como modelo educativo peruano para que los jóvenes de las comunidades amazónicas puedan completar sus estudios, prepararse para el mundo moderno y cuidar a la vez su lengua y su cultura propias. Una apuesta por aportar nuestro granito de arena al compromiso de la Iglesia con la Amazonía por “la defensa de la tierra, la defensa de la vida y la defensa de las culturas amazónicas”.